miércoles, 8 de febrero de 2012

Al Flaco y a su Música

Quizá por esas cosas que se heredan en la vida, o quizá por imposición, o costumbre, me choqué con el queridisimo rock nacional y con el grandisimo Spinetta.
Mi viejo poniendo los casettes, la radio, los vinilos, y todas esas canciones que fluían y que tal vez no tenía consciencia de estar escuchando... me marcaron de por vida.
Esas notas geniales de la que ahora es mi canción favorita del flaco (quizá ahora entiendo que por estar sonando una y otra vez), me siguen atrayendo con su melodía, me conmueven, me emocionan.
Y tal vez eran miles de cosas las que no podía entender con mis 4, 5, 6 años al escuchar tanta música, tanta letra, tanta genialidad junta, pero sin dudas me influenciaron y me acompañaron hasta el día de hoy.
Cosas como estas no tienen un por qué. Cosas como las que pasan así no tienen palabras de consuelo ni entendimiento. Nos hacen preguntar el por qué, y nos queda esa sensación de tristeza infinita.

Escuchar a Pappo, Charly, Baglietto, El Flaco, en fin, los grandes del rock nacional, fue parte de mi infancia por imposición; de mi adolescencia y de mi presente por elección. Me hicieron entender miles de cosas, me acompañaron en momentos infinitos y me van a seguir acompañando sin lugar a dudas.
Y si bien nunca fuí fanática, o fiel seguidora, no hay palabras que describan lo agradecida que estoy hoy por haber conocido a este grande. Porque su música influenció y determinó en gran parte lo que fui y lo que soy ahora, por eso, por su música sublime e inmensa me queda nada mas que decir un simple y enorme Gracias!.

domingo, 22 de enero de 2012

La música que escuchan todos...

Ver en la oscuridad. Ver lo que se ve y lo que no también. Sentir lo más imperceptible, pensar y no pensar. Recorrer cada instante de esas canciones que podés tener olvidadas y que no. Sentirte parte del todo y sentir que todo es nada. Porque alguna vez me di cuenta que la música era lo más importante. Volver a conectar con esto. Con todo lo que significa. Rememorar tu nota favorita, tu instrumento preferido y tu canción inolvidable. Sentir esos calambres en el alma, sentir toda esa emoción, la piel de gallina, las emociones a flor de piel. De todo eso se trata y de todo eso que algunas veces olvidamos y otras queremos recordar. Cerrar los ojos y darse cuenta de que todo eso que te rodea  y que no podés ver es realmente lo que importa. Lo que se siente, lo no se mira y se puede ver… en el fondo del alma.


Recordar de esta forma a Los Beatles, en cada sonido, en cada emoción, es volver a sentir todo eso que sentía todos los días pero que, muchas veces, no me daba cuenta que ahí estaba. Y cuando pensaba que ya había escuchado todo y que Lucy in the sky with diamonds me había transportado al más allá, suena Here comes the sun y Hey Jude, me vuelven los pelos de punta, me vuelve esa emoción reencontrada.
Y tal vez sienta que, después de todo, esa capacidad para crear imágenes volátiles e intrascendentes pero fascinantes, no la había perdida, y siempre pueden volver a encontrarse… en una noche como esta, en una noche Holofónica con los Beatles.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Un otoño más

Llegaba el otoño y era siempre igual. Su mirada afuera de su ventana, tan impenetrable y tan lejana. Cualquiera que lo visitara tenía miedo de quedar atrapado por esos ojos, tan furtivos y profundos. Tan tristes e inalcanzables. Y es que parecía estar lejos de allí, en otro lugar. Cualquier situación parecía serle indiferente.
Pero ellos, ellos en vez de acercarse se alejaban, se mantenían distantes como si nada peor pudiese haber pasado. ¿ Qué querría aquél hombre con esa actitud insobornable? Entendería realmente lo que estaba sucediendo a su alrededor?
Sin embargo, parecía que tiempos mejores lo habían alcanzado, y ahora estaba añorando aquellos años felices, tan llenos de ese todo que parecía estar recordando con cierta melancolía .
-Sabrá que existimos?- se aquejaba su compañero de habitación, postrado en su silla de tomar el té en algún cuarto contiguo.
Afuera estaba nevando, los chicos salían del colegio y sus guardapolvos blancos se perdían entre tanto paisaje blanco.
Él seguía sentado y su mirada, inamovible. Ya vendrán otoños mejores, se dijo impasible.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Juraría no haber amado nunca. Si no fuese por este sublime instante de exasperación mezclado con melancolía. Ni siquiera. Tal vez pensaba que era eso, pero ni siquiera podía descifrarlo.
Un nudo en medio del pecho, del estómago. Calambres. Inmutada. Parálisis total. Y ahí estaba. Esa maldita esquina de la suerte. Sus ojos clavados en su nuca, en su pelo. Era o no era? Sí, era evidente que era.
Estaba igual. El mismo aire altanero, paso fugaz, veloz. Vestía igual que de costumbre. El pelo, quizá era eso, un poco más escaso, quizá. Se da vuelta, como queriendo cruzar la calle. Ella esquiva la mirada.
Trata de mirar a otro lado. La casa de la esquina, sus tejas, los árboles, el incipiente otoño que apenas dejaba entrever un sol más tenue y algunas hojas en el suelo. Pensó escuchar su nombre.
Realmente la había llamado? Pensó en mirar. Pero no se atrevía. Quizá debería, pero no. En qué estaba pensando? 3 años después... No podían haber sido en vano. Empezó a caminar en la dirección contraria.
Ya no importaba más nada. Otra vez su nombre. No, no podía ser cierto. Apresuró el paso. De pronto, unos pasos firmes. Otra vez la respiración entrecortada. Una mano en su hombro. Ahora sí, era el fin del mundo y esta vez no podría evitarlo.