domingo, 14 de agosto de 2011

Here we go, a votar.


La gente se desesperaba, despotricaba, refunfuñaba. Estaba sacada, literalmente. Una fila de mas de una cuadra que después se redujo para formar parte de un gran acumulamiento en la entrada. Puteadas, gritos pelados a lo “forro, pelotudo, ineficientes”, etc. Gente pisoteada, gente empujada, gente desmayada. Yes. Gente que quería tomar el control, otra a la que parecía inundarla la ira en su más profundo inconsciente. Y yo y mi mente, tratando de pensar en otra cosa que no sea indignante. Pero imposible.
Más gritos, un perro perdido, nenes llorando. Más gente enojada. Un borracho que queria ir al baño y terminó meando atrás de un auto. Un guardia casi linchado (ganas no faltaban), que terminó resignado. 
La gente finalmente terminó empujando y abriendo las puertas, pasando a sus respectivas mesas, subiendo y bajando escaleras. Todos desesperados por ejercer su acto democrático en el sentido más pleno de la palabra.
Gente con cortes raros, aritos fluor y billeteras de damas gratis. Gente muy paquetona muy, y señoras adineradas protestando por sus derechos.
Mis ojos no lo querían creer, mi cabeza tampoco. Pero sí. Efectivamente estaba sucediendo. Y ahí estaba yo, empujada por la multitud, indignada y de mal humor en uno de los colegios más respetados y adinerados de la zona norte esperando para votar mas de una hora y media. Una hora y cuarenta para ser precisa. Here we go, a votar.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Y es que hay cosas que el tiempo parece empecinado en querer extirpar. Ya no creo en desatinos, ni en casualidades ni destinos. Creo en el aquí y ahora. Más allá de que las cosas que vuelvan a mi estén llenas de polvo y me burlen con alguien que ya no soy ni era...